Estamos trabajando para usted
En épocas en las que todo se recicla (Hola, teoría de la retromanía de Simon Reynolds), este blog vuelve. Claro que no será un regreso triunfal en términos económicos: no habrá acá reediciones de discos para que en la compañía discográfica cierren el libro en positivo, ni shows masivos en River con 5 escalas distintas de VIP equivalentes a un sueldo promedio ni nada parecido. Simplemente volveré a publicar. En un principio, Actos Inexplicables será el lugar donde podrán encontrar lo que este humilde sujeto escribe en diversos medios, pero también se le dará un poco de valor agregado al asunto con un poco de contenido propio. Sin más para decir, nos estaremos viendo pronto.
Dos veces Paul
“Los Beatles se van muriendo en orden de onda, así que le diría a Ringo que se prepare, porque el careta de Paul se va a morir último” (Ariel Minimal, al conocerse la muerte de George Harrison).
Es muy difícil ser objetivo y serio tras dos noches de Paul McCartney (Domecq, si estás leyendo esto, te debo tanto, pero tanto). Pensé que podía tomar distancia de los hechos y cagarme de risa como lo hice cuando fui a ver a los Stones con mis hermanos en el 2006. Pero, no, no fue posible. Haber descubierto la música gracias a los Beatles a los ocho años y tener mi primer show internacional con ÉL a los diez se ve que dejaron marcas más fuertes de las que uno se esperaría.
El miércoles, desde la popular, se vivió un aire masivo de comunión entre todos. No me importaba si alguno reconocía que los tres primeros temas los tocó enganchados igual que en Wings Over America, si sabían que ese temazo del que desconocían su melodía se llama “Nineteen Hundred and Eighty-Five”, o si compartían mi indignación con la mutilación que sufrió el final de “A Day In The Life”. Todos coincidimos en parte con lo que afirma Minimal; Paul fue siempre el beatle correcto, el beatle diplomático, el que le caía bien a las madres y abuelas de las fans y groupies en pleno revoloteo hormonal. ¿El tipo vuelve al escenario con la bandera de Argentina? ¡Perfecto! ¿Dice que somos “buena onda”? Se lo creo. ¿Nos hace repetir como boludos algunos coritos? Los hago gustoso. ¿Saluda con la mano en alto? Le devuelvo el gesto, por más que esté a más de una cuadra de distancia y ni me vea. Quiero que sepa lo bien que la estoy pasando. Cada uno evidentemente asocia ESAS canciones a momentos muy particulares de su vida. Tenía ganas de estar en la platea de debajo de la popular, con Quela, para ver cómo le pegaba escuchar en vivo “Let It Be”, tema que indefectiblemente no puedo dejar de asociar con ella.
Tres horas, treinta y cinco temas, con temas para los exitistas y para los exigentes también. Paul sabe perfectamente lo que pesan los temas de los Beatles, se permite tocar al hilo “Here Today”, “Dance Tonight” y “Mrs. Vandebilt”, que total después de eso te clava “Eleanor Rigby” y te levanta TODO el show. Y encima, en la última ¡hora! del recital la cosa no decae jamás. “Band on the run”, “I’ve Got A Feeling”, “Back In The U.S.S.R”, “Live and Let Die”, “Day Tripper”, “Lady Madonna”, “Get Back”, ¡”Helter Skelter”! Paul, no podés ser tan hijo de puta, en serio. Es difícil encarar algo, lo que sea, después de eso.
El jueves, la cosa fue distinta, salí de rendir el peor final de mi vida y tenía con qué olvidarme de todo hasta nuevo aviso. Ir solo (¡y de arriba! No, fuera de joda, te debo la vida, Domecq.) me permitió liberar todo lo que de algún modo reprimí el primer día. No había nadie conocido alrededor. Pude cantar, bailar, alzar los brazos ante cada golpe de efecto de alguna canción (por ejemplo, en el quiebre de “Band on the run”), y emocionarme hasta las lágrimas al verlo a Paul sin más compañía que su acústica para tocar “Blackbird”, tal vez la canción más linda sobre la faz de la tierra. Desde la platea alta, Juani me mandó un mensaje de texto que iba exactamente en la misma sintonía en la que estuve (y supongo estuvimos) todo el recital: “¡No! ¡La base de bajo de Ob-la-di Ob-la-da en vivo!”. No se trataba sólo de escuchar TODAS esas canciones, sino que encima las estaba tocando el tipo que las pergeñó, apoyado en una banda que conoce la minuciosidad del fanático, y por eso suena hasta el detalle más boludo de cada tema.
Así como aquel show del 93 de la gira The New World Tour dio el inicio a todo esto, me cuesta pensar cómo siguen las cosas de acá en más. Sinceramente, dudo que un recital vuelva a emocionarme de la misma manera que lo hizo Macca dos días seguidos. No importa si tengo que esperar otros 17 años, para verlo luchar contra los males de la edad a sus 85. Sé que voy a estar ahí, y que aun así no va a tener punto de comparación con nada.
Periodismo imparcial
Crónica, firme junto al pueblo, aporta una de las mejores páginas de la historia del periodismo argentino en el final del segundo párrafo de la siguiente necrológica:
Separados al nacer
¿Marcelo Moura?
¿Serge Gainsbourg?
Algún día tenía que pasar…
Acepté la tarea de reseñar el disco nuevo de Richard Ashcroft para la revista, habiéndole pegado una sola escuchada. Tenía cierto optimismo por partida doble: no solo por tratarse de un disco de un artista a quien siempre respeté (con distintos grados, vale remarcar), sino por poder hacer la reseña de, justamente, un tipo que muchas veces me convence con el mero sonido de su voz. Claro, no tenía en cuenta lo que me iba a encontrar desglosando en profunidad United Nations of Sound…
Vale hacer una aclaración pseudo histórica. Por cuestiones relacionadas con la edad, soy de los que descubrieron a The Verve recién con su tercer disco; era difícil que «Bittersweet Symphony» te pasase por el costado a los 13 años. Desde ese entonces, el lejano 1997, no solo encaré con profundidad la obra del grupo, sino que además también seguí al detalle el derrotero solista de Ashcroft. El problema fue que, justamente en esta etapa, Ricardo dejó de ser el cocainómano esquelético que se fumaba atados enteros en hora y media de show para volverse un adicto recuperado que encuentra la felicidad en la familia, el amor y, a juzgar por la cantidad de veces que aparece en los títulos de sus canciones, la «música». Así, a secas.
Las tres veces que se separó The Verve (1995, 1998 y 2008), el argumento que dieron los integrantes (menos él, obvio) fue siempre el mismo: el ego inflado de Ashcroft. Inclusive, en la última ruptura, se lo acusó de querer usar la reunión de la banda para reflotar su carrera solista. Como si quisiera desmentir eso mismo, el otrora «Mad Richard» juntó a un grupo de sesionistas para armar un nuevo proyecto: RPA & the United Nations of Sound. Pero, a no dejarse engañar, que debajo de la mascarada se esconde no más que su cuarto disco solista… Tan poco astuto estuvo, que de hecho antepuso sus iniciales (Richard Paul Ashcroft) al nombre del grupo. Te hacía más creativo, Ricardo…
Como la reseña que saldrá en la revista limitará en 1000 caracteres lo que pienso al respecto del disco, ofrezco en exclusiva, para el extenso listado de seguidores de este blog, el punteo que hice de los temas después de una serie de escuchas. A saber:
Are You Ready: Empezamos mal. Una batería monocorde y marchante y una pared de cuerdas buscan crear el aire «Bittersweet Symphony versión 2010». Ashcroft no para de arengar, preguntándonos si estamos listos («¿Para qué?», se preguntarán ustedes. Nunca nos lo dirá…) y tarda menos en dos minutos en hablarnos sobre Jesús, en decir sobre sí mismo que fue un pecador que tuvo una nueva oportunidad con Él, etc. Esto es solo el comienzo…
Born Again: De vuelta, la fe. Por si alguno no había entendido bien en el tema anterior, Ashcroft nos recuerda que él dejó las drogas, ahora tiene mujer, hijos, perro y casa en un barrio cerrado y por eso ahora sí es una persona feliz. El final lo tiene de vuelta arengando, mientras los coros se debaten entre afanarle del todo a «Hey Jude» o solo copiarle una parte, como se hace en las publicidades de hoy en día.
America: Una base medio hip-hopera, la pared de cuerdas omnipresente (aparecieron en el primer tema y no se irán hasta que termine el disco), y una crítica a la sociedad de consumo bastante inocente orientada hacia, claro, Estados Unidos. La liviandad de sus diatribas parece decir «no quiero que se enojen, sé que no tengo que descuidarlos como mercado. Los quiero».
This Thing Called Life: Primera balada del disco, con un guiño soulero malogrado, adornada, como era de esperarse, por un colchón de cuerdas espesísimo. Ahora le habla a su esposa, Kate Ridley. Suponemos que ella la escucha y se ruboriza de la emoción (o bien empieza a pensar que su marido es un meloso).
Beatitudes: A pesar del juego de palabras del título, la referencia bíblica no llega a la letra. Base electrónica sin ser pistera, y una letra que abandona la prédica por el autoelogio (¿Qué es eso de volver para recuperar tu corona? Ay…). ¿Habrá entendido mal cómo hacerse el MC? Sin embargo, es de lo mejor del disco, pero dura poco. A esta altura no sé si pensar si lo hace a propósito o no.
Good Loving: De vuelta, una «balada-a-lo-Ashcroft-que-no-suma-ni-resta». De nuevo, las cuerdas, pero esta vez con un arreglo muy similar al de su propio «Science of silence». Kate va perdiendo la sonrisa y mira nerviosa para los costados, esperando que no haya algún conocido cerca…
How Deep Is Your Man: El otro punto alto del disco. Un robo descarado (¿será sampleo? Esto de la pirater… digo, de no tener a mano el librito del cd impide corroborar) a John Lee Hooker da como resultado un tema blusero, con la guitarra bien al frente. Es lo más cercano que estaremos del rock en todo el disco.
She Brings Me the Music: Otra balada con un litro de Chuker encima. A esta altura del partido, Kate ya agarró las valijas y le dijo «Ok, o aflojás un poco o vuelvo a Spiritualized para que Jason Pierce me cague a palos de vuelta», pero él sigue. En una línea habla de que la gente en la calle está mal, todos se pelean… pero sin preámbulo salta a decir que va a la casa, come algo, está con ella y todo es color de rosas. El final tiene una subida de tempo que intuyo estará pensada para despertar a la gente que caiga dormida durante los primeros tres minutos del tema.
Royal Highness: Ok, ahora llegó el turno de afanarle la base de «Sweet Jane» a The Velvet Underground, otra vez con ese optimismo preocupante. Quise buscar la letra para hacer un copy&paste ilustrativo, pero no aparece por ningún lado. Se ve que nadie quiere quedar pegado.
Glory: Transcribo literalmente lo que dice mi anotadorcito: «Otra balada a lo Ashcroft. ‘Glory, Hallelujah’ LA CONCHA DE TU MADRE! PARECE UN TEMA DE ‘CAMBIO DE HABITO’!». Eso, básicamente. Si la Iglesia Universal del Reino de Dios tuviera una sede en Wigan, seguro interpretarían este tema en el punto más álgido de su ceremonia (pagana)…
Life Can Be So Beautiful: Bueno, por suerte en este tema Ricardo analiza las relaciones de dominador-dominado y los nuevos tipos de consumo de cultura en las clases populares a partir de la Revolución Industrial y… Mentira, lean el nombre y saquen sus propias conclusiones. Al lado de esto, cualquier tema de Axel parece «Ace of Spades» de Motörhead…
Let My Soul Rest: Era cantado. El cierre del disco, obviamente, es grandilocuente al pedo. Busca ser épico con una orquesta numerosísima (¡sumamos vientos!), pero como en todo el disco abusó de este recurso, acá pierde la gracia. En el anotador puse «Seguro la usa para cerrar los shows», y estaba en lo cierto. Es más, la engancha con «Bittersweet Symphony». Dios mío…
Conclusión: United States of Sound resta mucho más de lo que suma. Tal vez la perspectiva sería otra si esto fuera el debut de otro artista, o simplemente un disco más de alguien que siempre mantuvo la misma línea. Pero, mientras se lo escucha, es difícil establecer la comparación emotiva con «The Rolling People», «Space and Time», «Slide Away» o demás luminarias de The Verve. Y ahí es donde pierde por goleada, mal que nos pese.
Missing in action
Este blog no ha fenecido. No, señor. Simplemente, el exceso de obligaciones académicas me tiene medio a las corridas y por eso no puedo darle la atención que se merece. Pero, a no desesperar, Oh, cero comentaristas, que en breve todo vuelve a la normalidad.
(Seguramente, con toda la agenda recitalera de acá a fin de año también vuelva a estar las corridas. Lo bueno es que ahí voy a poder culpar al periodismo en vez de a la facultad por la absorción de mi tiempo y salud mental, je).
La seguimos…
La muerte de la adolescencia (o al menos de su banda de sonido)
There’s something about Jonathan…
Canciones para terminar bien el día: Hoy, Magnetic Fields
Lo cierto es que The Magnetic Fields es un grupo como de los que ya no hay. Sus últimos tres trabajos están enmarcados en la «no synths trilogy», una triada de discos hecha en función de instrumentos orgánicos (eléctricos o acústicos), pero con la carencia absoluta de sintetizadores que dejaron marca en sus trabajos anteriores sin, claro, abandonar «un» concepto. En el primero de ellos, I, los títulos de sus trece canciones empezaban con esa letra. El siguiente, Distortion, con una tapa en rosa furioso, destilaba las mismas genialidades de siempre, embebidas en decibeles y ruido propios de The Jesus & Mary Chain y por qué no de My Bloody Valentine, motivo más que suficiente como para comprarles el disco sin chistar.
Y a principios del mes pasado, llegó Realism. Ya desde la tapa, con un tono símil papel madera, TMG anticipa qué instrumentos comandarán la jornada: guitarras acústicas, mandolinas, banjo, cuerdsa, bronces y MUCHOS juegos vocales. De ahí se desprende el tema que verán más abajo, «You must be out of your mind». Lo que sigue es un muestrario de no sólo la habilidad innata que tiene Merritt para componer melodías de adhesión instantánea (y no por eso previsibles o zonzas), con una prosa envidiable. Debe ser, por lejos, el tipo que más sabe usar el humor para desgranar los sentimientos que carcomen su interior. En cierto modo, este recurso me recuerda a los mejores días de Jarvis Cocker en Pulp (sobre todo en Different Class y This Is Hardcore), otro tipo capaz de canalizar con aparente liviandad una letra en la que por debajo se esconde pura herrumbe sentimental.
En el caso que nos compete, Merritt le habla a su ex pareja con una altura envidiable, y el segundo párrafo merece ser archivado en alguna antología de composiciones célebres, y no en esas berretas que se venden en cualquier kiosco con las letras de «Imagine», «Blowin’ in the wind» y «Yesterday». No es por menospreciarlas, pero tanto Lennon como Dylan y McCartney han escrito tantas composiciones que les sacan mil vueltas de cuerda a esas canciones que las hacen quedar como meros recursos simplones.
Sin más que decir, los dejo con la letra y un youtubazo con el audio del tema (a falta de video…)
Disfruten,
Jqn.
You think I’ll run, not walk to you
Why would I want to talk to you
I want you crawling back to me, down on your knees yeah
Like an appendectomy sans anaesthesia
If you think you can leave the past behind
You must be out of your mind
If you think you can simply press rewind
You must be out of your mind, son
You must be out of your mind
You want what you turned off, turned on
You call it sunset, now it’s dawn
You can’t go ‘round just saying stuff because it’s pretty
And I no longer drink enough to think you’re witty
If you think you can leave the past behind
You must be out of your mind
If you think you can simply press rewind
You must be out of your mind, son
You must be out of your mind
You want to kindle that old flame
I don’t remember your real name
It must be something scandalous, lurks in your shallows
If you need a Santa Claus to buy your gallows
If you think you can leave the past behind
You must be out of your mind
If you think you can simply press rewind
You must be out of your mind, son
You must be out of your mind
You must be out of your mind, son
You must be out of your mind