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La muerte de la adolescencia (o al menos de su banda de sonido)

May 3, 2010 5 comentarios
Primero fue The Verve, pero como en la mayor parte del mundo solo les dieron bola con un tema de su tercer y último disco, la gente pensó que solo se estaba asistiendo al funeral de un one hit wonder.
Poco después murió Pulp, pero nadie se hizo mucho eco porque venían de un disco malo después de una de las obras maestras de los ’90.
Dos años después cayó Blur, y tampoco nadie se mostró muy afectado; sus días de cinismo crítico habían terminado y ya cuando una banda saca un disco (¡también malo!) sin uno de sus integrantes, como que mucho no queda por hacer. Nobleza obliga, al igual que Pulp, venían de uno de los puntos más altos de su carrera.
En el medio Kula Shaker se hundió en el olvido y feneció, pero como tampoco fueron considerados muy relevantes en vida, nadie se ocupó de inflar su mito post mortem.
Al toque le llegó la hora a Suede, y todos pensamos que si los tipos que habían compuesto «Animal nitrate», «So young» y «Saturday night» ahora estaban sacando pedorradas como el sumamente prescindible «A new morning», sí, mejor que pasaran a mejor vida cuanto antes.
Luego fue Oasis (la banda que hasta el último de sus días creyó que no había hecho casi nada interesante desde el 95; vale mirar las listas de temas de sus shows o del compilado Stop The Clocks), y si bien esa dolió, también pasó como agua.
Hace muy poco le llegó la hora a Supergrass, que sobresalen de los otrora mencionados por no contar ni con medio disco malo en su haber. Se acepta decir que son variados entre sí, que a medida que fueron envejeciendo perdieron un poco de la efervescencia de su debut, pero nunca cayeron en la obviedad ni en el simplismo. Así y todo, después de 17 años de carrera, decidieron colgar los botines y despedirse tras los shows que darán en Inglaterra en junio. Y encima, los muy guachos dejarán archivado su séptimo disco, «Release the drones», que estaba casi listo.
Evidentemente, la banda de sonido de mi adolescencia se extinguió paulatinamente. Todas estas bandas derivaron y van a derivar en otras cosas, pero no es lo mismo.
Tras la separación de The Verve, Richard Ashcroft tuvo (y ahora vuelve a tener) un derrotero solista con altibajos (más «bajos» que «alti», para ser sinceros). Hace dos años, se reunieron para grabar «Forth» y se volvieron a separar por lo mismo que lo habían hecho en el ’98: el resto de la banda no se bancaba el ego inflado de Ricardo.
Después de recluirse un par de años en Francia, Jarvis Cocker retomó de a pasitos su carrera. Primero la limó horrible con Relaxed Muscle, y al día de la fecha sacó dos discos solistas (el primero, mejor que el segundo). Siguen las letras afiladas, pero a la música le falta algo (¿tal vez el resto de Pulp?).
Después de la agonía de Blur, Damon Albarn no paró un minuto. Sacó tres álbumes con Gorillaz, armó un disco más que interesante con Paul Simonon y Tony Allen (el baterista de Fela Kuti), grabó una ópera en mandarín (!!!) y meó fuera del tarro produciendo a Amadou et Mariam. El año pasado, a modo de «si nos vamos a separar, hagámoslo bien», Blur volvió, hizo una serie de recitales que los mostraban en su mejor forma, y así y todo dijeron «chau». Hace poco grabaron un tema, pero nada parece indicar que haya un regreso y, si este se concretase, estuviese a la altura de sus mejores momentos.
Si la carrera de Kula Shaker pasó casi sin pena ni gloria, qué decir de The Jeevas, el proyecto solista de Crispian Mills más que que se tenía merecida esa falta de atención por ofrecer un producto soso y carente de gracia. Consciente de eso, rearmó Kula, pero sin el tecladista Jay Darlington (que cayó en Oasis). ¿El resultado? Una versión diluida de la banda, carente del misticismo hindú con el que marcaban diferencia.
Tras un par («par» literalmente: el primero es bueno) de discos solistas malos de Brett Anderson, Suede volvió para hacer dos recitales (y en el medio Anderson nos dejó de garpe a todos los boludos que compramos entradas para su show en La Trastienda) y ahora se esfumó otra vez.
Haciendo uso de la nunca bien ponderada enemistad fraternal, Oasis se dividió en dos bandos, con un Gallagher de cada lado. Liam y el resto de la banda están grabando un disco (que se perfila como olvidable, pero así y todo compraré… el fanatismo no entiende de razones, y sino pregúntenle a un tipo que decide inmolarse cual mártir), mientras Noel compone, cada tanto toca sin estrenar ningún tema y no muestra ningún apuro en publicar nada.
Ya antes de separar Supergrass, Gaz Coombes y el batero Danny Goffey tenían proyecto nuevo: The Hotrats. No habría nada reprochable en esto si no fuera que es un grupo de covers haciendo versiones medio aceleradas de clásicos del rock, con destino «para bar mitzvahs con onda» (Font dixit).
Insisto, todos siguen en carrera, pero ya nada es como antes. Por suerte, Jason Pierce y Bobby Gillespie siguen dándole manija a Spiritualized y Primal Scream respectivamente como para que al menos la sensación flote en el aire la sensación de que no todo se diluyó, sino que todavía queda algo de aquellos días dando vueltas…
Categorías: discos, música, nostalgie